lunes, 15 de diciembre de 2014

La rotura de preservativo como recurso pedagógico



Desde que la píldora del día después se dispensa en las farmacias la rotura de preservativo ha sido un motivo de consulta que ha pasado a mejor vida. Alguna, lamentablemente son ellas las que acuden solas a la consulta, de vez en cuando acude todavía por dicho motivo pero con mucha menos frecuencia. ¿Qué estará pasando "ahí fuera"? ¿Adoptará todo el mundo ya las medidas de protección adecuadas? Aunque hay en esta introducción dos ideas que dan para una entrada en este blog cada una de ellas por separado, a saber, la falta de información que ahora tenemos y el hecho de que sean las mujeres mayoritariamente las que acuden por este motivo de consulta, no es de ésto de lo que queremos hablar hoy.

Recuerdo un sábado a la mañana, hace unos años, yo bastante más joven que ahora, y una mujer de unos 40 años que acudía solicitando la píldora del día después. Me contaba que había estado en más de un centro de atención continuada solicitándola pero que se habían negado a hacerle la receta. Me contó que venía desde la localidad donde ella vivía, a unos 30 kms, visitando varios centros de salud y este dato me pareció aberrante. Una persona adulta, mayor que yo y teniendo que mendigar una pastilla como si fuera un castigo divino lo que había caído sobre ella.

Un compañero de guardia con el que coincidí varias veces solía comentar que a él no le engañaban con la trola esa de que "se había roto el preservativo". Estaba convencido de que la gente no lo usaba y punto. Si alguna incauta caía en sus manos por la dichosa cuestión, le hacía ir a la farmacia para comprar un test de embarazo y hacérselo antes de dar la receta. Supongo que pensaba que era una manera de administrar justicia por una conducta punible como la de tener relaciones sin tomar medidas de protección. (y encima intentar engañarle con el truco de que se le había roto la gomita)

Recurro al anecdotario del abuelo cebolleta porque la situación en cuestión siempre me ha parecido paradigmática de lo mejorable que son a veces las cosas. Asumo que estas situaciones eran habituales en los servicios de urgencias y que la relación médico paciente no goza de la ventaja de la continuidad en el trato y del conocimiento mutuo que aporta el médico o enfermera de referencia, pero ese ambiente de desconfianza ("a mi no me engañas, vaya trola que me estás metiendo, tu lo que has hecho es follar sin condón y ahora vienes aquí a por sopitas") me parecía desolador.

A la gente le pueden ocurrir cosas variadas cuando usa un preservativo: se rompe, se queda dentro, se coloca mal, se conserva en la guantera de coche en verano a más de 40º y se cuartea, se le olvida, no lo tenía previsto, su uso es motivo de fricción en la relación de pareja, no siente que le va a pasar a ella lo de quedarse embarazada, etc...Cada uno de esos posibles motivos es un área de trabajo: educación, asesoramiento, negociación, pedagogía, exploración de creencias, argumentar y convencer del riesgo posible...Difícil trabajar todo esto si no sabemos lo que ha pasado y nos movemos con supuestos. Difícil trabajarlo si las personas sienten que se desconfía de ellas o si acuden a la consulta en una situación de agobio que les lleva a mentir, y a soportar "el castigo o la bronca correspondiente" con tal de conseguir lo que necesitan. Difícil si en vez de estar creando un clima de consulta adecuado para que expresen lo que verdaderamente ha pasado y se pueda hablar sobre ello, estamos pendientes del objetivo supremo: demostrarnos a nosotros mismos lo listos que somos porque no nos engañan. El problema no es que nos engañen  no nos cuenten la verdad, si no por qué hacen eso.

1 comentario:

  1. Magnífica entrada. A menudo se nos olvida que nuestra principal labor como médicos es tratar de solucionar un problema con el que una persona acude a nosotros. Para eso, como bien dices, hay que entender, no juzgar.

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