domingo, 17 de mayo de 2015

Las segundas opciones. A propósito de un congreso al que no acudí

Hay un mundo de segundas opciones. Las segundas opciones suelen ser agradables, provocan simpatía cuando piensas en ellas, están a veces idealizadas y nunca parece que nos las tomamos en serio. Son esas cosas que todos querríamos hacer si no hubiera una primera opción que siempre se interpusiera. O que siempre interpusiéramos, como negándole a las segundas opciones la posibilidad de medrar.
 
En el mundo de las segundas opciones de la medicina de familia anidan la medicina comunitaria y la promoción de la salud. Terreno paradójico que incluso forma parte de la denominación de la especialidad pero que brilla por su ausencia una vez que termina el periodo de formación. Sufre de ese mal ,que también aqueja por ejemplo a la investigación, de ser planteado en términos excluyentes con la parte asistencial de la medicina. Hay una queja, cierta y legendaria, del abismo que existe entre el modelo teórico de nuestra especialidad y la realidad del día a día. El tiempo, la organización del trabajo, las motivaciones personales, el modo de entender la medicina, y las políticas reales (no la de los planes estratégicos) de las organizaciones sanitarias son algunas de las causas por las que esto sucede. Al menos eso es lo que se intuye desde la mirada y la reflexión del novato en la materia.

Pero las segundas opciones siempre están ahí. Reclamando su lugar y sus derechos. Miramos hacia otro lado buscando nerviosamente entre el repertorio de las excusas comentadas y de alguna otra más. Miramos hacia otro lado pero sabemos que en el fondo, muchas de las segundas opciones son aquellas que preferiríamos si nos dejáramos llevar.

Esta semana se ha celebrado en Bilbao un Congreso de Promoción de la Salud al que no hemos asistido pero que gracias a las redes sociales ( #promociónbilbao)  hemos podido tocar con las yemas de los dedos. Visto lo visto (y leído), solo puedo decir que ha sido un error no acudir. Espero que no vuelva a ocurrir.

miércoles, 11 de febrero de 2015

La "medicalización" de la "no medicina"

Tengo un epidemia de candidiasis crónica intestinal en mi consulta. Por otra parte, varios pacientes con intolerancia a determinados alimentos aparecen periódicamente para informarme de ello. Todos vienen de otros sistemas paralelos de atención a personas que creen tener enfermedades. Todos vienen con diagnóstico pero pocos con tratamiento. Creo recordar que ninguno con tratamiento eficaz.

Comentaba hoy con una compañera, que tampoco creía recordar a nadie que fuera a consultar en otros lugares donde se atiende a personas que creen que tienen una enfermedad y que se les dijera que estuvieran tranquilas, que no era nada o que se trataba de algo banal y sin riesgo. Todos aquellos y aquellas de los que tengo constancia que han acudido a un lugar de esos salen con un diagnóstico, entre etéreo y difuso, de lo que les pasa No es infrecuente, incluso, que vayan por un problema de, pongamos un ejemplo, dolor abdominal crónico, y salgan con dos o tres problemas adicionales que no venían al caso también diagnosticados. (que no tratados, no al menos que a mí me conste)

¿Habrá alguien a quien le digan que a pesar de que de vez en cuando tiene algún síntoma, en realidad no le pasa nada y que esté tranquilo? Estaré atento para ver si lo encuentro. Mientras tanto, me seguiré preguntando si la "no medicina" no tiene también la propiedad de "medicalizar" la vida con "no enfermedades" Igual se cumple aquello de que tratando de escapar, nos acabamos metiendo más en la boca del lobo.

Aviso: Esta entrada está fundamentada en observaciones, sensaciones, impresiones, empirismo y extrapolación de lo particular a lo general. Igual todo ello, lo convierte en una entrada un poco tramposa, pero, al fin y al cabo, ¿no es eso de lo que estamos hablando?